Cuando dibujo sonrisas de verdad, de esas que hay que desenterrar... siento que todo el esfuerzo mereció la pena.
Hacer que los rostros florezcan y perderme entre los pétalos...
Que aunque no sea azúcar, tengo galletas para hacer más llevadero un café amargo... Reconforta.
Me empeño en dejar constancia de mí misma haciendo crecer en otros esas plantas que me gusta llamar Felicidad...
-¿Y tu felicidad?
-¿Y tu felicidad?
No importa que su dueño ya no recuerde que fui yo quién regó sus lágrimas con libélulas...
Porque yo jamás olvidaré las flores que planté...
Y aunque sus ojos no reconozcan los míos, yo sí reconoceré los suyos.
Una vez, le hice feliz.
Y esa es razón más que suficiente para seguir sonriendo.
Aunque puede que para ti, lector, esto sea un detalle que carece de importancia,
entre cortezas, siempre hay lugar para las flores.
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