No escuchamos, ya nadie escucha. Nadie
repara lo que dice el otro. Estamos todos sumidos en un inmenso,
solitario y ensordecedor silencio, y lo mismo da que nos digan, que nos
expliquen, nos cuenten, nos avisen, nos chillen o nos susurren.
Monólogos secuenciados que solo guardan breves silencios para esperar
impacientemente que el otro acabe...
Las palabras sin que alguien las escuche no son verdaderamente palabras.
Si no tienen eco, se pierden. Es como si nunca hubiesen existido.
Es como escribir al viento, al desierto, al abismo. Si nadie me escucha, más vale seguir
callada.
Alguien debe escucharme. ¿y quién mejor que tú?
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